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Litio - la maldición del siglo XXI?

Actualizado: 27 feb 2021

Litio ¿La maldición del siglo XXI?


Tan solo cinco meses después del descubrimiento de la tumba de uno de los faraones egipcios más populares: Tutankamon, sus principales gestores comenzarían a morir uno a uno en circunstancias inexplicables, reafirmando así, la siempre alimentada por la ficción maldición de los faraones. Existen, sin embargo, maldiciones que son reales y lamentablemente recurrentes como la maldición de los recursos, por la que luego de un inicial y promisorio hallazgo, los países (inesperadamente ricos) terminan afectados en su crecimiento económico. Afortunadamente, hay maneras de evitar la maldición y que sus recursos -convertidos en bendición- impulsen el desarrollo sostenible.


El litio: ¿es una bendición?

El litio, considerado por el Banco Mundial como uno de los recursos más importantes del futuro, se viene consolidando internacionalmente como uno de los metales con mayor demanda, impulsada principalmente por su calidad de materia prima para la producción de baterías (46%) para autos eléctricos y artefactos móviles además de sus otros usos[1]. Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) la producción mundial se habría incrementado en 13% durante el 2017, superando a otros metales como el oro y el cobre. Lo mismo habría ocurrido con su precio, que ya bordeaba en mayo pasado los $18,000 por tonelada (ver gráfico).


La proyección mundial de la demanda de litio es variada, aunque los especialistas coinciden en que crecerá exponencialmente en los próximos años. Según la Comisión Chilena del Cobre - Cochilco y la Agencia Alemana de Recursos Minerales esta se duplicará en 2025, otros cálculos más optimistas como los del National Bank Financial pronostican que para ese año podría inclusive cuadruplicarse. En cualquier caso, queda claro que la industria seguirá creciendo para atender los requerimientos globales, orientados hacia un cambio de matriz energética que requiere del litio para almacenar energía.


América del Sur y particularmente Chile, Argentina y Bolivia -conocidos como el “triángulo del litio”- tienen y tendrán un rol protagónico[2]. Bastaría con decir que de las 53.4 millones de Toneladas de reservas, 27.2 (52%) se alojan en esos tres países y que sólo Bolivia, Argentina o Chile tienen por separado más reservas que las de China y Rusia juntas (ver gráfico).


Dicho esto, parecería que el mercado del Litio es una bendición para las economías de los países ricos en el recurso. Sin embargo, esta oportunidad puede convertirse, como se mencionó anteriormente, también en un riesgo a sus economías y una fuente de inestabilidad social y política.


La dinámica de una maldición


Los mercados emergentes que dependen de sus recursos naturales han demostrado una mayor volatilidad en el valor de su moneda, distorsiones en el gasto público y su política fiscal, planificación de corto plazo, falta de desarrollo en capacidades internas, y el desarrollo de una economía vulnerable ante las fluctuaciones exógenas. Cuanto más pronunciados son los cambios en los precios de las exportaciones por sobre el de las importaciones de un país -escenario común ante el crecimiento de la demanda internacional y precio de un metal-, mayor es el impacto que tienen en el tipo de cambio y en la actividad económica. Ejemplos como el de Argentina con la soja (2004-2016) y Ghana con el petróleo (2007-2014) demuestran que, de no controlarse tales altibajos, estos derivan en escenarios de inestabilidad económica.


Por otro lado, y específicamente relacionado a la dinámica del gasto público, se corre el riesgo del llamado "efecto voracidad" por el que -por la falta de instituciones que regulen el manejo fiscal- gobiernos de economías en desarrollo que experimentan términos de intercambio positivos, son víctimas de los grupos de interés que devoran sin ninguna planificación el excedente fiscal. Por lo tanto, en lugar de utilizar los ingresos excedentes para implementar políticas de planificación a largo plazo, por ejemplo, para diversificar sus economías y hacerse menos dependiente del recurso, el exceso de ingresos se termina destinando al corto plazo. Peor aún, este fenómeno, sumado a las tensiones entre los stakeholders, provoca conflictos y se convierte en caldo de cultivo para actos de corrupción e inestabilidad politica


Innovación y buen gobierno para romper la maldición


Afortunadamente la maldición de los recursos no es infranqueable, pues con una adecuada planificación económica y mediando la suficiente capacidad institucional, es posible apalancar en la explotación de los recursos, un desarrollo integral, estable y sostenible. Algunos ejemplos de buenas prácticas y esfuerzos exitosos se presentan en Australia, Botswana, Canadá y Noruega.


Volviendo al fenómeno del Litio en América del Sur, y desde la perspectiva de las condiciones de gobernabilidad de los recursos, según el último Resource Governance Index (2017), Chile (#2) parecería ser el país más preparado, mientras que Argentina (#22) y Bolivia (#34) obtuvieron calificaciones pobres y débiles en los vectores de Administración de Recursos y Condiciones Generales de Gobernabilidad.


Argentina ha reaccionado con esfuerzos interesantes en materia de gestión de la información minera, la misma que además de contribuir con la transparencia sectorial, permitiría a sus funcionarios tomar mejores y más oportunas decisiones. En ese sentido, con apoyo del BID desde el 2016, se ha puesto en línea una primera versión del Centro de Información Minera de Argentina - CIMA que es una plataforma con 23 categorías de información y 39 bases de datos. La herramienta ha quedado lista para escalar hacia versiones más completas en cuanto a la información y alcance, sumando cada vez más provincias. No resulta menor tampoco la jerarquización de organismos federales como el Consejo Federal de Medio Ambiente –COFEMA, para la coordinación territorial de protocolos mínimos ambientales en proyectos extractivos para promover un desarrollo sostenible.


Sin embargo, Argentina tiene también por delante grandes desafíos, sobre todo de cara a la integración eficiente de las provincias en una sola política nacional minera, con base del Nuevo Acuerdo Federal Minero y el Consejo Federal Minero – COFEMIN, además de su candidatura desde diciembre 2017 para incorporarse a la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas EITI. En este camino será indispensable intensificar sus esfuerzos de fortalecimiento institucional y de incorporación de nuevas tecnologías, como plataformas de visualización de datos (el caso de MapaRegalias en Colombia) y con metas concretas en Sistemas de Registro y el Catastro Minero Unificado entre otros.

Bolivia por su parte se encuentra varios pasos detrás de sus competidores en la producción de Litio y sobre todo en su atractivo de inversionistas internacionales, que según analistas podrían desconfiar, previendo alguna práctica intervencionista o peor aún inestabilidad que degenere en violencia, como el conflicto minero del 2016.


Una respuesta contundente y de efectos intrínsecamente positivos al corto y al largo plazo es mediante el impulso de la transparencia en el sector extractivo. Ya existen diagnósticos completos que reconocen las brechas pero también los buenos pasos, como la creación del Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la corrupción y que podrían consolidarse, por ejemplo, con una eventual candidatura al EITI. Recordemos que esta iniciativa también convoca a la Sociedad Civil, socio estratégico en cualquier emprendimiento de la industria extractiva sustentable.


Finalmente, y con todo lo expuesto es claro que aún cuando las maldiciones pueden ser reales, las soluciones basadas en las mejores prácticas internacionales también lo son y depende íntegramente de los países hacer los esfuerzos que correspondan para el aprovechamiento sostenible de sus recursos. Las maldiciones no tienen porque durar 100 años y menos cuando se actúa de manera coordinada y proactiva para entonces transformar una oportunidad en una real bendición.

[1]Otros usos incluyen la industria de cerámica y vidrios, grasas lubricantes, producción de polímeros y demas. [2] Hace algunas semanas se anunciaba un nuevo hallazgo en el Perú, que alcanzaría a los 2.2 millones de toneladas, con la diferencia de que se trataría de litio en roca y no en salares como los ya conocidos en la región, cuyo precio de extracción es más bajo.


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